domingo, 2 de agosto de 2009
(Parte 4) La trampa de la mirada al "si mismo"
Como tercer eje de análisis, he mencionado que discursos como “El Secreto”, además de contribuir a la producción de subjetividad enfocada al individualismo y nuevas configuraciones de deseo, también permite neutralizar las críticas hacia los “malfuncionamientos” del sistema capitalista, ya que ofrece al individuo el espejismo de poseer el control desde dentro, con el cual él puede construir su propia realidad y equilibrar en “el si mismo” los desequilibrios producidos desde “afuera”.
Intentaré entonces, articular estos elementos con teorías de producción de subjetividad como las de Felix Guattari de su obra “Micropolíticas del deseo”. En su exposición de posibilidades de resistencia molecular, devela la forma en que el sistema capitalista produce subjetividad. Por lo tanto, por ahora, pretendo intentar ubicar el fenómeno en estos sistemas descritos por Guattari, para así dar cuenta de mi hipótesis de producción de subjetividad que busca coaptar posibilidades de resistencia y fuga que puedan darse desde una mirada real al interior de cada individuo.
Félix Guattari plantea que la subjetividad es producida y modelada a través de máquinas de producción que “inyectan” representaciones y a la vez encasillan en “modelos”, las sensibilidades, las percepciones, las memorias, las relaciones sociales y sexuales, y los imaginarios. Dicha producción se hace mediante la tecnología, los equipamientos colectivos y los medios de comunicación y funciona en el corazón mismo de los individuos, en su manera de percibir el mundo y articularse con el entorno y el orden social. Por lo tanto, dichas representaciones y los modelos inciden en los puntos de singularidad que a su vez son los productores de la subjetividad de la pluralidad. Esto lo entiendo como un proceso, en el cual, a partir de máquinas productoras de deseo, (la industria mediática lo veo como uno de ellos) logra que terminemos reproduciendo hábitos, consumo, discursos, preferencias, estilos de vida que son válidos socialmente. Pero no solamente terminamos ocupando lugar en “una casilla” determinada, sino que apoyamos, validamos y defendemos tal encasillamiento, por que nos ayuda a sostener un orden del cual hacemos parte.
Todo este conjunto de interacciones, funciona como lo menciona Guattari, como una máquina de control social. Por un lado mantiene funcionando la producción debido a que terminamos aislando o al menos aplazando nosotros mismos cualquier duda, inconformidad, necesidad, deseo, que no permita la continuación de dicha productividad y del consumo permanente. Por otro lado, funciona definiendo en las dimensiones psíquicas del individuo las formas de percibir el mundo. Dado todo lo anterior, la subjetividad entra a hacer parte de una “economía colectiva del deseo”.
Desde mi modo de verlo, este planteamiento responde a la forma como funciona la moda del individualismo y la superación personal: Por un lado ofrecen la materialización del deseo propio y por otro lado la corrección de aquello que por factores externos nos alejan de un estado de bienestar. Parece haber entonces un desplazamiento total al individuo, de la responsabilidad de construir su percepción del mundo.
Esta “propuesta” de percepción y construcción de la realidad desde el individuo, se presenta y se difunde mediante las posibilidades que brindan la tecnología y los medios de comunicación, haciéndose masiva. Pero también se da, por que está tan interiorizada en cada individuo, que les permite afirmar, que tal práctica “les ha cambiado la vida”, y esto va generando una apreciación de aceptación de verdad, que remite a una idea de subjetividad colectiva, que lleva a pensar en el planteamiento de Guattari de “la economía colectiva del deseo”. Es más, me parece que la eficiencia en la difusión del discurso se debe a lo que Guattari menciona sobre la forma en que funciona la producción de subjetividad desde el concepto de sujeto, no entendido este como individual o social exclusivamente. Para él, la producción de subjetividad no funciona sobre un sujeto sino sobre lo que el llama un agenciamiento colectivo de enunciación, lo cual no corresponde a una entidad individuada ni a una entidad social determinada. Por el contrario la producción subjetiva funciona cuando muta constantemente de lugar entre las creencias propias del individuo y las creencias propias del colectivo social al cual pertenece.
Pensemos en los efectos que esto tiene. Por un lado, la materialización del deseo, sin ningún impedimento externo, solo dependiente del individuo, nos hace perfectas maquinas consumidoras, encendidas desde la conexión más profunda con nuestros deseos, sin ningún impedimento externo, ni presencia de remordimientos. Por lo tanto mete al individuo en una burbuja impermeabilizante que supuestamente impide la influencia de cualquier efecto como incluso, la culpa por el hecho de desear para él mismo, o el hecho de no importarle la realidad de otros alrededor. No usar dicha “burbuja” responsabilizará al individuo de las consecuencias de la escasez, pobreza, dificultad y anonimato que le pueda acarrear. Me parece que este discurso funciona como productor de subjetividad “capitalística”, como lo llamaría Guattari, el cual, por un lado, interioriza en el individuo su responsabilidad de acto, alineándola con sus más profundas sensibilidades y deseos y por otro lado, genera el ambiente perfecto para la réplica de la información a otros individuos, a partir del tono novedoso, misterioso y oculto que performatiza el discurso. Las personas, quedan, pues, completamente dispuestas a hacer valer “sus derechos” de desear y de tener. Sienten que hay una liberación de la opresión y la limitación para sacar desde sus entrañas todas las potencialidades del ser humano que le permitirán alcanzar sus metas. Este, me parece que es el fenómeno sobre el cual vale la pena revisar las razones y condiciones que permiten que se construya la subjetividad de un yo trascendente y evolucionado, que bajo la búsqueda de una singularidad, realmente está encontrando una individualidad ofrecida y presentada desde afuera y soportada en un piso científico y en un piso religioso.
En síntesis, la producción de subjetividad como lo llama Guattari, actúa en estos casos, bajo un espejismo de singularidad, cuando realmente lo que ocurre es que se produce subjetividad a partir de la noción productiva de la individualización. Esta noción es productiva en el sentido de darle al individuo “la confianza” de elegir y consumir, pero por deseo y necesidad propia, íntima, natural, y no mediada por la oferta del consumo y la publicidad.
Intentaré entonces, articular estos elementos con teorías de producción de subjetividad como las de Felix Guattari de su obra “Micropolíticas del deseo”. En su exposición de posibilidades de resistencia molecular, devela la forma en que el sistema capitalista produce subjetividad. Por lo tanto, por ahora, pretendo intentar ubicar el fenómeno en estos sistemas descritos por Guattari, para así dar cuenta de mi hipótesis de producción de subjetividad que busca coaptar posibilidades de resistencia y fuga que puedan darse desde una mirada real al interior de cada individuo.
Félix Guattari plantea que la subjetividad es producida y modelada a través de máquinas de producción que “inyectan” representaciones y a la vez encasillan en “modelos”, las sensibilidades, las percepciones, las memorias, las relaciones sociales y sexuales, y los imaginarios. Dicha producción se hace mediante la tecnología, los equipamientos colectivos y los medios de comunicación y funciona en el corazón mismo de los individuos, en su manera de percibir el mundo y articularse con el entorno y el orden social. Por lo tanto, dichas representaciones y los modelos inciden en los puntos de singularidad que a su vez son los productores de la subjetividad de la pluralidad. Esto lo entiendo como un proceso, en el cual, a partir de máquinas productoras de deseo, (la industria mediática lo veo como uno de ellos) logra que terminemos reproduciendo hábitos, consumo, discursos, preferencias, estilos de vida que son válidos socialmente. Pero no solamente terminamos ocupando lugar en “una casilla” determinada, sino que apoyamos, validamos y defendemos tal encasillamiento, por que nos ayuda a sostener un orden del cual hacemos parte.
Todo este conjunto de interacciones, funciona como lo menciona Guattari, como una máquina de control social. Por un lado mantiene funcionando la producción debido a que terminamos aislando o al menos aplazando nosotros mismos cualquier duda, inconformidad, necesidad, deseo, que no permita la continuación de dicha productividad y del consumo permanente. Por otro lado, funciona definiendo en las dimensiones psíquicas del individuo las formas de percibir el mundo. Dado todo lo anterior, la subjetividad entra a hacer parte de una “economía colectiva del deseo”.
Desde mi modo de verlo, este planteamiento responde a la forma como funciona la moda del individualismo y la superación personal: Por un lado ofrecen la materialización del deseo propio y por otro lado la corrección de aquello que por factores externos nos alejan de un estado de bienestar. Parece haber entonces un desplazamiento total al individuo, de la responsabilidad de construir su percepción del mundo.
Esta “propuesta” de percepción y construcción de la realidad desde el individuo, se presenta y se difunde mediante las posibilidades que brindan la tecnología y los medios de comunicación, haciéndose masiva. Pero también se da, por que está tan interiorizada en cada individuo, que les permite afirmar, que tal práctica “les ha cambiado la vida”, y esto va generando una apreciación de aceptación de verdad, que remite a una idea de subjetividad colectiva, que lleva a pensar en el planteamiento de Guattari de “la economía colectiva del deseo”. Es más, me parece que la eficiencia en la difusión del discurso se debe a lo que Guattari menciona sobre la forma en que funciona la producción de subjetividad desde el concepto de sujeto, no entendido este como individual o social exclusivamente. Para él, la producción de subjetividad no funciona sobre un sujeto sino sobre lo que el llama un agenciamiento colectivo de enunciación, lo cual no corresponde a una entidad individuada ni a una entidad social determinada. Por el contrario la producción subjetiva funciona cuando muta constantemente de lugar entre las creencias propias del individuo y las creencias propias del colectivo social al cual pertenece.
Pensemos en los efectos que esto tiene. Por un lado, la materialización del deseo, sin ningún impedimento externo, solo dependiente del individuo, nos hace perfectas maquinas consumidoras, encendidas desde la conexión más profunda con nuestros deseos, sin ningún impedimento externo, ni presencia de remordimientos. Por lo tanto mete al individuo en una burbuja impermeabilizante que supuestamente impide la influencia de cualquier efecto como incluso, la culpa por el hecho de desear para él mismo, o el hecho de no importarle la realidad de otros alrededor. No usar dicha “burbuja” responsabilizará al individuo de las consecuencias de la escasez, pobreza, dificultad y anonimato que le pueda acarrear. Me parece que este discurso funciona como productor de subjetividad “capitalística”, como lo llamaría Guattari, el cual, por un lado, interioriza en el individuo su responsabilidad de acto, alineándola con sus más profundas sensibilidades y deseos y por otro lado, genera el ambiente perfecto para la réplica de la información a otros individuos, a partir del tono novedoso, misterioso y oculto que performatiza el discurso. Las personas, quedan, pues, completamente dispuestas a hacer valer “sus derechos” de desear y de tener. Sienten que hay una liberación de la opresión y la limitación para sacar desde sus entrañas todas las potencialidades del ser humano que le permitirán alcanzar sus metas. Este, me parece que es el fenómeno sobre el cual vale la pena revisar las razones y condiciones que permiten que se construya la subjetividad de un yo trascendente y evolucionado, que bajo la búsqueda de una singularidad, realmente está encontrando una individualidad ofrecida y presentada desde afuera y soportada en un piso científico y en un piso religioso.
En síntesis, la producción de subjetividad como lo llama Guattari, actúa en estos casos, bajo un espejismo de singularidad, cuando realmente lo que ocurre es que se produce subjetividad a partir de la noción productiva de la individualización. Esta noción es productiva en el sentido de darle al individuo “la confianza” de elegir y consumir, pero por deseo y necesidad propia, íntima, natural, y no mediada por la oferta del consumo y la publicidad.
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